lunes, 19 de septiembre de 2011

A buscarse la vida: de las metrópolis a las colonias

          Los fenicios y los griegos habitaban en tierras poco extensas y poco fértiles, entre las montañas y el mar. El aumento de la natalidad, un escaso crecimiento agrario y el desarrollo de una industria artesanal, sobre todo textil y cerámica, les obligó a buscar nuevas tierras y mercados y fundar colonias.
         Entre los siglos XI y VIII a.C., no con el objetivo de someter pueblos sino para sostener el comercio marítimo de sus metrópolis (Biblos, Sidón y Tiro),  los fenicios, intrépidos marinos, fundan colonias a ambos lados del Mediterráneo, entre las que destacan Gadir (Cádiz), Abdera (Adra), Sexi (Almuñécar) y Mainake (Málaga) en la Península Ibérica; en Baleares, Ebusus (Ibiza); en el norte de África, Cartago; en Sicilia, Panormo (Palermo), y en Chipre, Pafos. Trocaban productos manufacturados (púrpura, joyas, armas, muebles…) por materias primas. La fundación de Gadir en 1100 a.C., en una isla frente a Tartessos, tenía como objetivo hacerle la competencia a este reino, conocido como sede de un riquísimo emporio.


Moneda de Gadir


           Los griegos establecen sus colonias entre los años 750 y 550 a.C., con el objetivo de dar salida a los excedentes de población y apoyar el comercio de sus metrópolis (“ciudades madre”). Se concentraban en determinadas zonas de interés comercial para defenderse en común, si era preciso, de las poblaciones indígenas:
- hacia el oeste, se dirigieron sobre todo a la Península Itálica, Sicilia, la costa mediterránea del sur de Francia y, desde allí, el levante español;
- hacia el este, los griegos colonizaron las costas del Mar Negro y de Egipto.
           El sur de Francia permitía el acceso al comercio interior por el largo y caudaloso Ródano, y por la zona del Estrecho de Gibraltar llegaban, procedentes de Gran Bretaña y del interior de la Península Ibérica, metales, como el estaño, de gran importancia para la industria metalúrgica.





              A finales del siglo VII a.C., los foceos (Focea era una ciudad griega costera de Asia Menor) fundan, cerca de la desembocadura del Ródano, la colonia de Massalia (Marsella), que se convertiría en metrópoli de otras colonias: las actuales Niza, Antibes, Agde y Cannes en el sur de Francia, y Rosas, Emporion (Ampurias) y Hemeroscopeion  en la Península.

      El historiador Heródoto (I, 163) relata que los foceos, que navegaban con naves de guerra, no mercantes,  trabaron amistad con el rey de Tartessos,  Argantonio. Tartessos era dueña del monopolio del comercio marítimo en el Atlántico, que subía a por estaño a las Islas Casitérides (costas gallegas y sur de Inglaterra) y explotaba los grandes caladeros de pescado de las Islas Canarias, además de extraer de sus propias tierras oro y plata,. Al invitar a los griegos a asentarse allí y comerciar con su próspero reino,  Argantonio intentaba neutralizar la amenaza de los fenicios, quienes aprovecharon su muerte (550 a.C.) para someter finalmente a los tartesios. Los foceos acabarían siendo expulsados de su ciudad por Ciro II, rey de Persia, en 546, y se asentaron primero en su colonia Alalia (Córcega) y se repartieron entre Massalia y Emporion en 535 a.C.


Massalia: el puerto antiguo


Moneda de Massalia


Emporion (“mercado”) es el principal asentamiento griego de la Península Ibérica. El geógrafo Estrabón (III 4, 8-9)  nos informa de que fue fundada por los masaliotas, en  tierras fértiles y con excelentes puertos; cerca se encontraba Rosas, una pequeña factoría suya, aunque otros afirmaban que era fundación de los de Rodas. Emporion se levantó, originariamente (575 a.C.), en un islote junto a la costa (la Paleópolis, o “ciudad vieja”); luego (550 a.C.), pasó a tierra firme (Neápolis, “ciudad nueva”). Los indígenas que vivían allí a la llegada de los griegos eran los indicetes, que, aunque independientes, quisieron vivir en una ciudad contigua a la griega, con una muralla de separación, hasta que se acabaron fundiendo ambas y se formó un gobierno único.


Emporion: templo de Asclepio

        En el año 218 a.C., durante la segunda Guerra Púnica que enfrentó a Roma y Cartago, Cneo Cornelio Escipión utilizó Emporion para sus legionarios como la primera base militar en la Península Ibérica. Más tarde, Catón instaló un campamento romano, que se convirtió, en torno al 100 a.C., en ciudad de nueva planta, el tercer núcleo urbano, con planta ortogonal y el foro en el cruce de las dos calles principales. Hispanos y griegos recibieron la ciudadanía romana y la ciudad acabó siendo una sola, con nombre en plural: Emporiae (Ampurias).

Moneda de Emporion

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